En trabajos anteriores, hemos intentado dar cuenta del interrogante ¿Qué es el juego? en un sentido wittgensteiniano, es decir que las preguntas giraban alrededor de ¿Qué cosas en común o “parecidos de familia” nos permiten identificar “eso” que compone aquello que llamamos juego? ¿Cómo opera el juego?. Desde nuestra función de enseñantes es genuino preguntarnos qué cualidades debería tener una práctica para que esa situación sea connotada como de “jugando”; y hemos identificado a la ficción como uno de esos componentes.
Por lo que en este trabajo, nos ocuparemos de la construcción de ese momento que habilita a la ficción, preguntándonos entonces ¿Cómo puede ser que durante los juegos, palabras, objetos, acciones y otros elementos, que no pierden su forma y significado común y corriente, no se ajustan a las reglas que los rigen y determinan su significado?. Si bien en nuestro trabajo anterior hemos manifestado que quienes participan de un juego aceptan por convención ese “como sí”, y hemos denominado distanciamiento, a la acción de separación o desapego con lo verídico o típico, que se funda como primera condición lógica que distingue al juego, no resulta suficiente al interrogante planteado en el párrafo anterior, por lo que nos hemos dado a la tarea de plantear nuevos, a los que intentaremos dar respuesta.
Por ello, y entendiendo a la ficción como un saber a enseñar del juego, es que abordaremos al relato, y la posibilidad de la aparición del sentido metafórico en los mismos. ¿Cómo se compone el relato? ¿Qué características debería tener un relato que invite a participar de un juego? ¿Cómo armar estos relatos?