La enfermedad de Alzheimer es conocida mundialmente por la pérdida de memoria ocasionada en aquellos sujetos que la padecen. Sin embargo, hay muchas otras consecuencias directas o indirectas que vienen aparejadas a esto, como, por ejemplo, la pérdida de autonomía y la pérdida de las capacidades motrices básicas, como caminar, pararse, el equilibrio, la coordinación, entre otras.
Tomando esto como referencia, y entendiendo el ejercicio físico como aquella actividad planificada y sistematizada, que conlleva un gasto de energía; nos corresponde poner en discusión los diferentes efectos que tiene el ejercicio tanto a nivel neurológico como funcional, y a partir de allí, establecer una relación con la enfermedad de Alzheimer.
Concebimos, entonces, que el ejercicio podría ser una práctica a tener en cuenta para prevenir la enfermedad, e incluso como un tratamiento no farmacológico para poder brindarle al sujeto la mejor calidad de vida en el transcurso de la misma. A partir de esto y de diferentes experiencias personales, me pregunto ¿Qué podemos hacer los profesionales de Educación Física para prevenir o mejorar la calidad de vida en las personas con esta enfermedad?