Acerca del juego y su pretensión civilizatoria: Un más allá del fútbol como producción cultural
- Londoño Mejía, Jose Fernando (Universidad de Antioquia)
El juego, como práctica inherente a la especie, ha cumplido con funciones que trascienden la racionalidad misma, y casi que se instala como condición filogenética en la relación de las especies respecto del estatus, los roles, el cortejo y la producción.
El historiador holandés Johan Huizinga escribió en 1938 Homo Ludens (Hombre que Juega), para designar esa cualidad y capacidad de la especie para realizar actividades en las cuales, no sólo realice una descarga pulsional y de tensiones, sino que se expresen habilidades, roles y competencias físicas e intelectuales en el marco de ordenamientos. “El juego sin duda es más viejo que la cultura misma, ya que los animales juegan desde antes que ésta existiera. Ellos poseen sus propias reglas y, a pesar de ello, parecen disfrutar mucho su actividad. Algunos, incluso, organizan verdaderas exhibiciones frente a los espectadores. Por lo tanto, el juego no es determinado por algo exclusivamente fisiológico.
Todo juego tiene un significado, ya que incluso para los animales adquiere una representación que va más allá del instinto inmediato de conservación natural (Huizinga. 1938: 13-14) (…) Según los fisiólogos, y biólogos en general, el juego está relacionado con la utilidad, esto es, con algún beneficio que es externo a la actividad misma, tales como la descarga de energía excedente, relajamiento tras la tensión, preparación para las faenas de la vida o compensación satisfactoria, mediante la creación de una vida ficticia, como medio de tratar de alcanzar aquello que, seguramente, jamás será real” (Huizinga. 1938: 15-16).